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Las palabras que pretendemos escuchar, no nos conforman el alma agraviada que en nuestro interior se desarticula completamente. Buscamos con vehemencia aquél ofrecimiento que nos permita acceder a ese mundo con el que soñamos, con el que deseamos tarde o temprano ser parte. Pero al final, ese universo engendrado y fantaseado por nosotros, no es más que una muestra de nuestras debilidades y fragilidades. No es más que la esperanza que termina de derrumbarse a pedazos sino aparece una razón que la acreciente.
Las palabras que pretendemos escuchar, deben ser conmutadas por miradas, por sentimientos que reflejen un verdadero significado.
Para que así, haya algo en qué creer. Para que así, no nos transformemos en monstruos que ansían desesperadamente un porvenir incierto y superficial. Para que así, nos aferremos a la idea de que Una mirada vale más que mil palabras.