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Lo único que supo era que quería verlo, tenía la necesidad de hacerlo para sentirse llena. Más de una vez se rayó y se encerró en su habitación maldiciendo el día que sus miradas se toparon. Ella tenía miedo, miedo a perderlo y jamás volver a sentir ese aroma tan particular . Su sonrisa, su piel, sus besos, sus caricias, sus palabras, sus abrazos, sus ojos, todo de él la volvía loca y cuando lo tenía frente a ella simplemente sentía que perdía el control. Pronto ese sentimiento que ambos compartían se esfumó con el viento, algo se quebró y ninguno supo como explicarlo, aveces las cosas pasan, los sentimientos cambian y uno no puede hacer nada al respecto, pero ella no pensaba así en ese momento. Recién después de meses ella pudo ver que él sentimiento ya no era mutuo y que pensar que todo había sido su culpa no era cierto. Entendió que nada es para siempre, pero que mientras dura uno es feliz y de hecho ella lo fue. Con el tiempo uno se da cuenta que lo mejor que podemos hacer es quedarnos con el mejor recuerdo de lo que se vivió y el mejor recuerdo que ella guarda de él es su sonrisa y el brillo en sus ojos aquella tarde en que sus miradas se perdieron en el otro