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Todos vivimos con nuestros recuerdos. Algunos puedes volver a encontrarlos si te esfuerzas, y otros, no importa cuánto lo intentes, nunca podrán borrarse.


Vivir como una persona puede ser sólo esa lucha, el camino por el que atravesamos para evitar crear esos recuerdos imborrables y alejarlos firmemente.

Cuanto más cercana sea la persona que te da recuerdos dolorosos, más profunda y dolorida es la herida, y, por tanto, durante mucho tiempo, no podrás borrarlos.

Como sea, las cicatrices de esos recuerdos imborrables, al final sólo podrán ser curadas por otra persona. Todo el mundo tiene, al menos, un recuerdo bello y feliz con el que vivir.