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Todavía lloramos y que bueno que así sea, las lágrimas rara vez hacen mal. Son siempre una catarsis, una liberación, una forma de decir que nadie es auto-suficiente. En ésta confesión de franqueza humana, se esconde un acto de humildad de quien reconoce que llegó a una encrucijada, y cuando esto hiere demasiado, los ojos dicen lo que la boca no consigue pronunciar. Hay quien llora por cualquier cosa y hay quien tiene vergüenza de llorar, cuando llorar era la única cosa decente que podía hacerse.